viernes, 19 de diciembre de 2025

Democracia de aparador: El IECM y la insultante “olimpiada” de la participación ciudadana


Democracia de aparador: El IECM y la insultante “olimpiada” de la participación ciudadana

Por: Redacción Editorial. 



En un desplante de desconexión absoluta con la realidad territorial, el Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM) ha decidido que la lucha por el territorio, la organización vecinal y la defensa de los derechos colectivos ahora se premian con "medallitas". A través de un esquema de "distintivos" de oro, plata y bronce para evaluar a las Comisiones de Participación Comunitaria (COPACO), la institución ha cruzado la línea entre la burocracia ineficiente y la mercantilización de la voluntad ciudadana.

La Red de COPACOS de la Ciudad de México ha levantado la voz —y con justa razón— contra lo que consideran una "simulación institucional". No es para menos. El IECM pretende reducir la complejidad de la vida comunitaria a un “medallero” gerencial que ignora que participar en esta ciudad no es un deporte de competencia, sino un ejercicio de resistencia.

La trampa del "indicador"

El modelo del IECM no es solo un error administrativo; es una ofensa política. Al intentar medir el desempeño de los vecinos bajo métricas de "eficiencia" y "acumulación de actividades", el Instituto está premiando la capacidad de llenar formatos y no la capacidad de organizar comunidades.

Este enfoque tecnocrático olvida, convenientemente, que en la Ciudad de México:

No hay piso parejo: El IECM evalúa con la misma vara a una colonia con recursos que a un barrio donde organizar una asamblea implica enfrentar amenazas, violencia política o el acoso de grupos de choque.

Se ignora el conflicto real: El "medallero" no cuenta las horas de lucha contra el Cártel Inmobiliario, la resistencia frente a la gentrificación o la defensa del agua. Para el IECM, vale más un informe impreso a tiempo que una comunidad que logra detener un megaproyecto depredador.

¿Institución electoral o agencia de marketing?

Al adoptar esta lógica de mercado, el IECM traiciona su mandato constitucional. La participación ciudadana no es una actividad productiva ni acumulable; es un derecho colectivo. Transformar el trabajo comunitario en un sistema de incentivos simbólicos es una estrategia perversa para domesticar la crítica.

Lo que el Instituto fomenta no es una ciudadanía activa, sino una red de "gestores de trámites" subordinados a las alcaldías y al propio IECM. Incentivan asambleas "hechizas" y reuniones vacías con tal de obtener el sello de aprobación institucional, mientras la verdadera democracia —la que ocurre en las calles y sin permiso— es ignorada por no encajar en su plataforma digital.

Un llamado al Congreso: Basta de simulación

La denuncia de la Red de COPACOS es clara: la legitimidad no emana de un distintivo institucional, sino de la confianza vecinal. Es urgente que el Congreso de la Ciudad de México tome cartas en el asunto y revise una Ley de Participación Ciudadana que, en manos del IECM, se está convirtiendo en un manual de obediencia burocrática.

Desde este espacio editorial, nos sumamos a la exigencia de la Red:

Eliminar de inmediato los esquemas de evaluación competitivos que fragmentan el tejido social.

Reconocer la diversidad territorial y los riesgos que corren quienes defienden el territorio.

Respetar la autonomía comunitaria frente a la tentación de convertir a los vecinos en empleados gratuitos del Estado.

El IECM debe entender que la democracia no es un espectáculo de premiación. La participación ciudadana en la CDMX es digna, es crítica y es transformadora. No necesitan medallas; necesitan que las instituciones dejen de estorbar.


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