Enigmática, ignominiosamente bella, elegante, precisa. Pocos serían los elogios para hablar de María Félix.
Nacida en Álamos, La Doña se abrió paso rápido entre las grandes de la época dorada del cine, debutando como protagonista y manteniéndose en ese nivel durante toda su carrera. Experimentó, se construyó a sí misma y se dejó ayudar por quien ella quiso.
María no sólo fue aficionada a la moda o al as joyas, sino al éxito. Se rodeó de los más ilustres nombres de su época, conquistó desde artistas mexicanos hasta gobernantes egipcios (al punto de que le ofrecieran la tiara de Nefertiti) y saboreó las mieles de la más espectacular fama.
Con 47 películas en su haber, María nunca pisó Hollywood. Sin embargo su nombre hizo eco internacional. Era conocida por sus trabajos en España, Francia y México. Grabó además en francés e italiano, idiomas que no dominaba pero memorizaba fonéticamente para cumplir con la filmación.
Sus amores son también memorables. Entre sus 4 esposos están nombres como Agustín Lara, con quien dice "Me casé para divorciarme", y el charro cantor, Jorge Negrete, de quien enviudó al año de casados y a quien detestaba profundamente cuando lo conoció. Recuerda que, ante la pregunta de Negrete sobre qué cama había visitado para obtener el protagónico, con el temple característico de La Félix le respondió: Usted lleva más tiempo en esto, debe saber con quién hay que acostarse.
Tuvo joyas de Cartier, un hijo en el extranjero cuya pérdida la destrozó, grandes amores y -hasta donde sabemos- una muerte pacífica.
¡Nos haces falta, María!
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